Tengo discos que sé muy bien que me gustan, lo he adquirido hace varios años y aún no los escuche y un par ni siquiera los abrí. Sé que la música está ahí, esperando a que mi cabeza esté lista.
Cuando hablo de escuchar música, me refiero al sentido más literal del concepto de escuchar música, es un ejercicio muy complejo en el que intervienen muchos factores para considerar si una canción u obra de un artista me guste. El momento en que fue editado, las intenciones del artista, el contexto intelectual del músico, mi momento. Ese momento en que realmente conecto con la música. Una vez lograda esa conexión, es para siempre.
A lo concreto. Bowie siempre estuvo ahí, omnipresente en mi atmósfera como una nube. En el inicio de mis tiempos pensaba que no me gustaba, esa es la salida fácil, a medida que mis orejas iban moldeándose el Duque paso a resultarme indiferente, sabía bien que existía pero nada. Más adelante y cercano a estos años me di cuenta que ese hombre de muy raros peinados merecía mi mayor respeto pero a pesar de eso, nada.
Hace unos pocos años Andy me da la definición perfecta de David Bowie: “Para lograr entenderlo tiene que pasar mucha música por tu cabeza” Algo así como que tenía que ir formateando mi percepción para lograr que el de los ojos bicolor pueda abrir mis puertas.
Con la salida de su anteúltimo trabajo “The Next Day” de 2013, me atreví a pedir prestado ese disco, podría decir que no me resulto desagradable, pero aún no estaba del todo listo para mi pequeño cerebro. Tuve que admitir que me resulto interesante, que ya era mucho en relación a lo que siempre me pareció el hombre, y desde esos días quedó dando vueltas ahí.
El pasado 10 de enero, siendo cerca de las 4:00 AM, me despierto como de costumbre y lo primero que veo en la tele encendida es la noticia. Murió Bowie!. Quede paralizado frente al aparato en calzoncillos tratando de entender que significaban esas dos palabras juntas. Murió Bowie! ¿Cómo murió Bowie si antes de ayer sacó un nuevo disco? Después de unos minutos caí en conciencia, un día antes preste especial atención al video de Lazarus que me había resultado bastante oscuro y lo que más recordaba en ese momento medio dormido era su expresión ¿estaba maquillado o estaba viejo? Ni se me cruzo que el tipo se estaba masticando la papa.
Me hubiese gustado tener más tiempo para poder asimilar este nuevo trabajo, porque juro por mis oídos, que Lazarus me atrajo y hasta pensé en que ya era hora de prestarle a postergada atención que se merecía el Duque.
Después del hecho, vi nuevamente el video pero ahora con una carga de estupor y lo primero que pensé es que este tipo es un hijo de puta, lo fue toda su vida y hasta convirtió su propio deceso en una genialidad artística.
Estoy escuchando Blackstar, no me entristece me impresiona la oscuridad, me resulta increíble los climas que genera y lo que más me perturba es que cuando termina la última canción tengo la imperiosa necesidad de quedarme en silencio...
Cariños, Bonz.
Cariños, Bonz.